
En esta lluviosa tarde de sábado del mes de septiembre he tenido conocimiento del fallecimiento a los 83 años de edad de uno de los mejores actores que han existido en toda la historia del séptimo arte, Paul Newman. Resulta unánime el reconocimiento a la labor artística de este magnífico actor, pero lo que no suele ser tan común es que ese reconocimiento se extienda a su vida fuera de las cámaras, por su calidad humana, su fidelidad a su inseparable esposa y actriz Joanne Woodward y su vida ejemplar en un mundo, el de los grandes actores del "star system" de Hollywood en el que la frivolidad y los escándalos de tod tipo suelen ser habituales. Mi larga devoción por Newman se debe quizás a obras que podríamos denominar como menores de su extensa carrera cinematográfica, pero no puedo desprenderme de su presencia en películas como "
La Leyenda del Indomable", "
El Juez de la Horca","
Éxodo", o "
El Premio", entre otras muchas. Pero si en el día de hoy tengo que destacar una interpretación magistral, está sería la del jugador de billar que se enfrenta a un sublime Jackie Gleason como "el gordo de Minnesota" en "
El Buscavidas" y que tendría su réplica veinticinco años más tarde de la mano de Martin Scorsese en "
El Color del Dinero", película ésta última que le daría su único oscar interpretativo, el otro sería de carácter honorífico. Paul Newman no necesitaba premios, ya tenía el reconocimiento de su fiel e innumerable púbico. Descanse en Paz.