La noticia que saltó ayer en los teletipos de los diferentes medios de comunicación de que el grupo terrorista ETA tenía previsto a final del pasado año secuestrar y finalmente asesinar al concejal socialista Benjamín Atutxa, no puede más que provocarnos una doble sensación: en primer lugar una profunda y sincera solidaridad con todos los cargos públicos vascos, y en este caso especialmente con los miembros de la familia socialista, que desarrollan su labor en el País Vasco bajo el yugo de la amenaza terrorista y que realizan una importantísima labor de defensa de los valores democráticos y constitucionales; y en segundo lugar, un profundo desprecio hacia unos asesinos sin remedio que pretendían reeditar uno de los momentos más crueles y sanguinarios que ha protagonizado esta banda terrorista en su historia: el asesinato de Miguel Ángel Blanco. El hecho de que el elegido fuera un concejal de Eibar, a pocos kilómetros de la ciudad natal del concejal popular, Ermua, sólo puede dar una imagen de la podedumbre de las mentes que rigen a un grupo de asesinos que han dado una muestra más, aunque algunos todavía puedan pensar en que son recuperables para una sociedad democrática, de que su único fin es el de provocar dolor y muerte entre un pueblo, el vasco, que no se merece soportar por más tiempo esta situación. Pero tampoco hay que olvidarse de la situación política que está viviendo en estos momentos Euskadi, en los meses previos a unas elecciones al Parlamento Vasco que puede dar lugar a un cambio político que puede ser el principio de la normalización política de un territorio histórico que ha vivido de forma convulsa desde hace ya demasiado tiempo.
Por otro lado, esta noticia ha coincidido con la visita del presidente venezolano Hugo Chavez que venía de camino de comprar un arsenal de armas (¿para atacar a no se sabe quien?) en su mini gira europea. Mientras que a los países más importantes de Europa les vistan los diferentes líderes mundiales, a la España de Zapatero le ha tocado los líderes populistas, belicistas y radicales como Evo Morales, Rafael Correa o ahora Chavez. Pero la duda que me surge es si el Presidente del Gobierno, José Luís Rodríguez Zapatero, se ha atrevido a preguntar a su homólogo venezolano por las informaciones contrastadas sobre la financiación que la banda terrorista ETA viene recibiéndo periódicamente de la revolución Bolivariana chavista para perpretar sus extorsiones, secuestros y asesinatos en España. La pregunta quedará sin responder.
